El viento helado del 6 de diciembre de 1975 cortaba los llanos de Colorado como una cuchilla. Bajo el cielo gris de Westminster, dos motociclistas que buscaban soledad en la carretera jamás imaginaron lo que estaban a punto de encontrar. Lo que parecía ser basura esparcida por el campo resultó ser el cuerpo de una joven. La escena era devastadora: su ropa y pertenencias estaban tiradas alrededor, como los restos de una vida violentamente interrumpida.

La víctima fue identificada como Tariq Becker, de apenas 20 años. Había llegado desde Casper, Wyoming, con la esperanza de construir un nuevo comienzo en Denver. Amaba el arte, la música y la libertad. Sus amigos la describían como una mujer carismática, capaz de conectar con cualquiera. Pero aquel día, su historia se convirtió en una de las páginas más oscuras de la crónica criminal de Colorado.

Un viaje que nunca terminó

El 4 de diciembre de 1975, Tariq decidió visitar a su novio, que cumplía condena en la cárcel del condado de Adams, en Brighton. Como tantos jóvenes de su generación, confiaba en el autostop como medio de transporte. Fue la última vez que alguien la vio con vida. Dos días más tarde, su cuerpo apareció en un campo helado. La autopsia reveló lo peor: había sido violada y asesinada por asfixia.

Desde el inicio, los investigadores supieron que no era un crimen improvisado. El lugar donde fue hallada, la forma en que su cuerpo fue colocado, todo apuntaba a un ataque planificado. Se desplegó un enorme operativo policial. Se entrevistaron testigos, se revisaron rutas de autostop, se analizaron huellas y fibras. Pero nada condujo a un sospechoso sólido.

Décadas de silencio y frustración

El caso pronto se convirtió en una obsesión para el Departamento de Policía de Westminster. Cada generación de detectives heredaba el expediente, revisaba los informes, buscaba nuevas conexiones. Pero los años pasaban y las pistas se desvanecían. Para su familia, la espera era una tortura: cada aniversario recordaba que el asesino seguía libre.

En 2003, casi 30 años después del crimen, la ciencia abrió una nueva ventana de esperanza. Gracias a técnicas avanzadas, los forenses lograron extraer ADN del material biológico hallado en la escena. El perfil fue ingresado en CODIS, la base nacional de datos del FBI. Aunque no hubo coincidencias inmediatas, era la primera huella concreta del asesino.

El ADN habla

La paciencia rindió frutos una década más tarde. En 2013, detectives en Las Vegas investigaban un caso sin resolver de 1991: una mujer asesinada en su apartamento. Al ingresar su perfil genético en CODIS, saltó la alarma. El ADN coincidía con el de Tariq Becker.

Dos crímenes, dos estados, 16 años de diferencia. El mismo depredador. El hallazgo reveló lo más inquietante: el asesino no se había detenido después de matar a Tariq. Había seguido cazando.

La genealogía forense y la verdad final

La investigación dio un giro decisivo cuando se recurrió a la genealogía genética, una técnica que cruza perfiles de ADN con bases de datos familiares para identificar parientes lejanos de los sospechosos. Fue así como, pieza a pieza, los investigadores lograron acercarse al responsable.

El nombre finalmente emergió de las sombras: Thomas Martin Elliot, un criminal con un historial de violencia y delitos que había logrado vivir en la sociedad durante décadas sin ser identificado como asesino. Había llevado una doble vida, invisible para la justicia, hasta que la ciencia lo delató.

Justicia después de medio siglo

Para la familia Becker, la noticia significó el cierre de una herida abierta durante casi medio siglo. Aunque nada podría devolverles a Tariq, saber quién le arrebató la vida les dio un respiro de justicia. Para la policía de Westminster, fue el cumplimiento de una promesa que pasó de detective en detective durante 48 años: no descansar hasta encontrar la verdad.

La historia de Tariq Becker es más que un crimen resuelto. Es un recordatorio de la importancia de la perseverancia, de la ciencia forense y de la voz de las víctimas que, aunque silenciadas, nunca dejan de reclamar justicia.