En las profundidades de un lugar donde la libertad es un concepto lejano y las reglas se dictan con puño de hierro, una historia de supervivencia, traición y alianzas inesperadas se desata. En este ambiente hostil, donde el débil es devorado por el fuerte, emergen personajes inolvidables cuyas vidas se entrelazan en una lucha desesperada por el control y la supervivencia. Aquí, en los sombríos pasillos de una prisión donde incluso los guardias evitan las esposas, la verdadera ley se escribe con violencia y astucia. Y en este infierno, una reclusa conocida solo por su número, 3867, se convierte en el epicentro de un conflicto que sacude los cimientos de este mundo oscuro.

La tranquilidad de la tarde se rompe con el sonido de gritos y la promesa de una pelea. Un grupo de mujeres, liderado por la temida “Hermana Gata”, arrincona a la recién llegada 3867 en el pasillo, un acto de agresión que es un ritual de iniciación en este submundo. Las palabras de la Hermana Gata son un dardo envenenado, una amenaza velada que marca a la recién llegada como un objetivo. “Si no estás con nosotros, eres nuestro enemigo”, declara con una voz que no admite réplicas. El aire se llena de tensión, los espectadores se agrupan, ávidos de sangre, y un coro de “golpéala, golpéala hasta matarla” retumba en los muros fríos de la prisión. La violencia estalla, un torbellino de golpes y patadas que busca doblegar a la nueva reclusa. Pero 3867 no es una presa fácil. Su resistencia es feroz, un grito silencioso de desafío que enfurece aún más a sus atacantes.

De pronto, un giro inesperado. La jefa de la prisión, la “Segunda Hermana”, interviene, imponiendo su autoridad y ordenando el fin de la brutalidad. Envía a 3867 a una celda de aislamiento, una medida que, aunque suene como un castigo, en realidad es un refugio contra la furia de la Hermana Gata. Pero la calma es efímera. La paz en la prisión es una ilusión, y las alianzas se forjan y se rompen con la misma rapidez que la esperanza. La Hermana Gata, aún sedienta de venganza, no se detiene. Envía a uno de sus lacayos a la celda de aislamiento de 3867, fingiendo una disculpa y ofreciendo una naranja, un regalo que esconde una oscura traición. En un brutal intento de asesinarla, la Hermana Gata ataca a 3867, mostrando que, en este mundo, la piedad es un lujo que nadie puede permitirse.

La noticia de la lucha llega a oídos de un personaje fascinante, conocido como el “Águila de la Montaña”, una figura que se mueve con una gracia letal y una arrogancia que desafía toda lógica. Sus palabras son un enigma, una mezcla de bravuconería y un conocimiento profundo del funcionamiento de la prisión. “Excepto por el Palacio de Yama, no hay lugar al que mi águila salvaje no pueda entrar”, declara, riéndose de la seguridad del lugar y la ingenuidad de sus reclusos. La revelación de que el Águila de la Montaña es, en realidad, un espía y un tirador experto, le añade un nuevo nivel de intriga a su personaje. Su conexión con 3867 se hace evidente: la ha buscado para sacarla de este lugar, una misión arriesgada que podría costarle la vida. Pero 3867, una mujer de carácter fuerte y pragmático, cuestiona la viabilidad de su plan. “La seguridad aquí es estricta”, le advierte, “son tipos duros, todos quieren salir, ¿quién puede realmente salir?”.

La respuesta del Águila de la Montaña es la de alguien que no se rinde fácilmente: “Ellos no pueden porque no son capaces, pero nosotros sí”. Le insta a confiar en él, a seguirlo y a dejar atrás la vida de peligro que la acecha en la prisión. Pero la lealtad es un concepto extraño en este lugar. La Hermana Gata, con el corazón lleno de furia y celos, trama un plan para eliminar a 3867 de una vez por todas. La llegada del Águila de la Montaña, lejos de apaciguar la situación, intensifica el conflicto. La Hermana Gata, convencida de que su control se ve amenazado, promete a 3867 un final sangriento, sin importar a quién llame para que la ayude.

La traición se teje en cada rincón. La Hermana Gata busca la complicidad de otros reclusos para llevar a cabo su plan, ofreciendo sobornos y promesas vacías. Pero no todos están dispuestos a seguir su juego. Un guardia, leal a la “Segunda Hermana”, se niega a abrir la puerta de la celda de aislamiento, demostrando que incluso en la oscuridad, la lealtad y el honor pueden brillar.

La historia da un giro dramático cuando la Hermana Gata, desesperada por el fracaso de su plan inicial, usa un nuevo método de manipulación. Amenaza con lastimar a un ser querido de 3867 para forzarla a cooperar. “No toques a mi hermano”, suplica 3867, un grito desgarrador que revela su único punto débil. La Hermana Gata, satisfecha con su victoria, da la orden final para asesinar a 3867.

Pero, al igual que en las tragedias más grandes, un héroe siempre aparece en el momento más oscuro. El Águila de la Montaña, que la ha seguido, aparece en la azotea, justo a tiempo para presenciar el ataque. Salta al vacío y rescata a 3867, llevándola en un audaz escape que parece imposible. Aún rodeada de peligro, 3867 se da cuenta de la verdadera naturaleza del Águila de la Montaña: él no es solo un espía, es su salvador. La gratitud se mezcla con la admiración mientras se aferra a él, dispuesta a seguirlo, sin importar el camino que tomen.

El Águila de la Montaña, con una mirada enigmática, le explica la dura realidad. “Si no te vas, ambos moriremos aquí”. El pragmatismo se impone sobre el sentimentalismo. La vida es una lucha constante, y la única forma de sobrevivir es adaptarse y huir. 3867, finalmente, entiende la lección. En este mundo de lobos, la única forma de sobrevivir es convertirse en uno, o morir intentándolo. El Águila de la Montaña no solo la salvó de la muerte, sino que también le mostró el camino hacia una nueva vida, una que, aunque esté llena de peligros, al menos le ofrece la esperanza de la libertad.

La historia concluye con la Hermana Gata, derrotada y furiosa, prometiendo venganza. Pero sus amenazas parecen vacías. Los guardias de la prisión, sorprendidos por la audacia de la fuga, se dan cuenta de que el Águila de la Montaña ha superado sus defensas y escapado con 3867, dejando atrás solo el eco de su audacia y la promesa de que el futuro les depara una nueva lucha. En este mundo, la ley del más fuerte prevalece, pero a veces, la audacia y la lealtad pueden ser las armas más poderosas. La historia de 3867 y el Águila de la Montaña es un recordatorio de que, incluso en las sombras más profundas, la esperanza puede encontrar un camino.