El reloj marcaba aproximadamente las 10 de la mañana del 12 de agosto. Era un día soleado en Cajicá, México, y en el prestigioso Gimnasio Campestre Los Laureles, el bullicio habitual de los niños en recreo llenaba el aire. Pero lo que empezó como una mañana normal, terminó convirtiéndose en una pesadilla que ya lleva 18 días sin respuesta. Valeria Afanador, una niña de solo 10 años, con síndrome de Down, desapareció sin dejar rastro, y lo único que queda son unos videos de seguridad que, en lugar de calmar a la familia, han sembrado más dudas y angustia en todo el país.

Las grabaciones, que han sido cruciales en la investigación, muestran a Valeria en un comportamiento que ha dejado a todos perplejos. En un lapso de apenas cinco minutos, la niña entra y sale de un área restringida del colegio en repetidas ocasiones, un total de siete veces. Es un recorrido que la lleva a caminar unos 30 metros a lo largo de una cerca que separa el patio de una zona de arbustos y árboles. Su desaparición no fue instantánea, fue un proceso lento y gradual, casi metódico, que nadie vio.

El metraje de las cámaras de seguridad revela un panorama desconcertante. Se ve a Valeria caminando sola, sin la supervisión de ningún adulto. Al otro lado de la cerca, justo al lado de unos árboles, se encuentra un área que colinda con el río Frío. La primera hipótesis de las autoridades, de que la niña había caído al río, fue descartada rápidamente, lo que hace que el misterio sea aún más profundo. ¿Qué estaba haciendo Valeria en esa zona? ¿Estaba jugando? ¿O estaba interactuando con alguien al otro lado de la cerca? Las preguntas se acumulan sin respuestas.

El informe de los investigadores ha puesto en evidencia una serie de fallas que podrían haber sido determinantes en el desenlace de esta historia. Los videos muestran que la niña se metió entre los arbustos por primera vez durante 40 segundos, luego regresó al patio. Unos segundos después, a los 17 segundos, volvió a cruzar la cerca y desapareció por 13 segundos. Y así, una y otra vez, Valeria siguió entrando y saliendo de la zona de vegetación. Hubo un momento en que se quedó 55 segundos al otro lado de la cerca, un tiempo valioso que nadie notó.

Valeria continuó con este extraño juego. Caminó 10 segundos más y por cuarta vez, la pequeña cruzó el follaje, permaneciendo 30 segundos lejos de sus compañeros, de los profesores, de cualquier adulto. Y luego lo hizo una quinta vez, y una sexta. Su uniforme de color claro, mezclado con la vegetación, casi la camuflaba, haciéndola invisible para los ojos de cualquier profesor o directivo. Finalmente, a la séptima vez que cruzó la cerca, Valeria no volvió a aparecer. Pasaron los minutos, la cámara siguió grabando, y la niña simplemente se desvaneció, como si la tierra se la hubiera tragado.

Este comportamiento plantea preguntas que se sienten como cuchillos para la familia. ¿Por qué una niña con síndrome de Down, que requiere de una supervisión constante, estaba sola? ¿Dónde estaban los profesores? En el video se ven a otros niños jugando fútbol y recogiendo colchonetas, y a dos adultos conversando a unos metros de distancia, pero nadie parece darse cuenta de lo que Valeria está haciendo. La falta de respuestas ha llevado a la familia a cuestionar la responsabilidad de la institución.

El caso de Valeria es una historia de angustia y frustración que ha resonado en todo México. La Defensoría del Pueblo ha emitido un comunicado que acusa a la institución de haber incurrido en serias fallas. Según el comunicado, la desaparición de la niña ocurrió alrededor de las 10 de la mañana, pero el colegio no informó a las autoridades sino hasta la 1 de la tarde, una espera inexplicable de tres horas. Si se hubiera actuado con la debida celeridad, ¿se podría haber encontrado a Valeria a tiempo? La pregunta se queda suspendida en el aire, sin respuesta.

Pero las críticas no se detienen ahí. La Defensoría también ha cuestionado la lentitud de la Fiscalía, que tardó siete días en activar la circular de Interpol. La demora en este tipo de casos es crítica, ya que las primeras horas son vitales para encontrar a una persona desaparecida. La Defensoría argumenta que si la circular se hubiera activado antes, la historia de Valeria podría haber sido otra. Tal vez, la niña estaría en estos momentos reunida con sus padres, y no en una situación de incertidumbre que solo crece con el paso de los días.

Han pasado 18 días desde que Valeria Afanador fue vista por última vez, y la angustia de su familia es palpable. Los padres, que la vieron por última vez en el gimnasio, están en un limbo de desesperación. Cada día que pasa sin noticias, la esperanza se desvanece un poco más. Este caso ha puesto en evidencia no solo la fragilidad de las vidas de nuestros hijos, sino también las fallas en los sistemas de protección y supervisión que deberían velar por su seguridad. La búsqueda de Valeria es ahora una carrera contra el tiempo, y una dolorosa lección sobre las consecuencias de la negligencia y la inacción.

La historia de Valeria nos obliga a confrontar una serie de realidades incómodas. ¿Cómo es posible que una niña con una condición que la hace más vulnerable pudiera desaparecer de una institución educativa sin que nadie se diera cuenta? La escuela es un lugar de confianza, un refugio para los niños, y el caso de Valeria ha roto ese pacto de seguridad. La comunidad, los padres, y todos los que han seguido la noticia se preguntan: ¿Hay alguien al otro lado de la cerca? ¿Estaba Valeria jugando con alguien? ¿Fue persuadida para cruzar? El patrón de su comportamiento en el video sugiere que podría haber estado interactuando con otra persona. Este detalle, que no ha sido confirmado por las autoridades, solo añade más capas a un misterio que se niega a ser resuelto.

Los padres de Valeria, con el corazón destrozado, siguen clamando por respuestas. Quieren saber qué pasó, quién es responsable, y si hay alguna posibilidad de que su hija regrese a casa. La falta de transparencia por parte de la institución y la lentitud de las autoridades han agravado su dolor. El caso de Valeria no es solo una noticia, es una llamada de atención para todos nosotros, para que exijamos más seguridad, más responsabilidad y más diligencia en la protección de quienes más lo necesitan. La desaparición de Valeria Afanador es un recordatorio de que la seguridad de los niños no es una responsabilidad exclusiva de la familia, es un deber de toda la sociedad. Mientras los días se convierten en semanas, la búsqueda continúa, y la esperanza de encontrar a Valeria, viva y a salvo, sigue siendo lo único que mantiene a sus padres en pie.