El 11 de junio de 1962, una noche oscura y brumosa en la Bahía de San Francisco, tres hombres desaparecieron de la faz de la Tierra. Frank Lee Morris, John Anglin y Clarence Anglin, presos legendarios, se desvanecieron de la prisión de máxima seguridad de Alcatraz, un lugar diseñado para ser a prueba de fugas. La versión oficial del FBI es que se ahogaron en las gélidas y traicioneras aguas, sus cuerpos arrastrados por las poderosas corrientes. Pero, ¿y si esa fuera solo la historia que nos contaron? ¿Qué pasaría si el plan de escape más audaz de la historia fuera un éxito rotundo, y estos hombres hubieran logrado una hazaña imposible, desapareciendo para siempre en la clandestinidad? Este es un relato de ingenio, desesperación y una lucha por la libertad que va más allá de lo imaginable.

Frank Morris: El Cerebro Detrás de la Leyenda

Franklin Lee Morris, nacido el 1 de septiembre de 1926 en Washington D.C., no tuvo una infancia fácil. Huérfano a los 11 años, creció en orfanatos y aprendió a sobrevivir en las calles, donde la violencia y los robos se convirtieron en su única forma de vida. A pesar de su historial delictivo, Frank no era un delincuente común. Su coeficiente intelectual, superior a 133, lo colocaba en el 2% más inteligente de la población. Su mente brillante, junto con sus habilidades en dibujo técnico y su destreza social, lo convirtieron en un estratega formidable. A los 17 años ya tenía un extenso historial de arrestos, desde posesión de narcóticos hasta robo a mano armada. A lo largo de su vida, pasó gran parte de su tiempo tras las rejas, donde aprendió a navegar el mundo criminal y a forjar contactos que, sin saberlo, serían clave para su destino. En 1960, después de una serie de escapes fallidos de otras prisiones, Frank Morris fue trasladado a Alcatraz, la prisión de la que nadie había escapado. La celda 138 en el bloque B se convirtió en su nuevo hogar, un espacio diminuto de solo 2.5 x 1.5 metros, y la sensación de que pasaría allí el resto de sus días.

La Hermandad del Escape: Los Hermanos Anglin y Allen Clayton West

En octubre de 1960, la monotonía de la prisión se rompió con la llegada de dos nuevos reclusos: los hermanos John y Clarence Anglin. Estos dos hermanos, criados en una familia de 14 miembros en Georgia, eran inseparables. A diferencia de Morris, su pasado criminal era más directo: robos a bancos y establecimientos. Pero los hermanos tenían una habilidad que Frank no tenía: eran nadadores expertos, con una experiencia forjada en las gélidas aguas de los lagos de Michigan. Su traslado a Alcatraz, después de un intento de fuga fallido en otra prisión, los reunió con un viejo conocido: Frank Morris. Junto a ellos se sumó Allen Clayton West, otro recluso con un historial de intentos de fuga. Curiosamente, el destino conspiró para que los cuatro fueran asignados a celdas contiguas. Así comenzó a gestarse el plan de escape más ambicioso de la historia.

El grupo, liderado por el genio de Morris, sabía que su plan debía ser impecable. No querían terminar como Joseph Bowers, un recluso que intentó saltar al mar y fue abatido a tiros, o como Clay Johnson, que saltó con una bolsa de plástico y fue encontrado sin vida flotando en la bahía. La violencia tampoco era una opción, la famosa Batalla de Alcatraz había demostrado que ese camino solo llevaba a la muerte. El plan de Morris se centró en el único punto débil de la prisión: una pequeña rejilla de ventilación bajo el lavabo. El cemento y el ladrillo alrededor de ella eran inusualmente débiles, ofreciendo una oportunidad para romper a un corredor de servicio sin vigilancia detrás de las celdas.

El Plan Más Audaz de la Historia

Durante los siguientes seis meses, los prisioneros se dedicaron a recolectar y fabricar sus herramientas. Hojas de sierra oxidadas, cucharas de metal robadas del comedor, e incluso un taladro casero hecho con el motor de una aspiradora. El ruido de la perforación era enmascarado por Morris, quien tocaba el acordeón en horas de recreación musical. Para ocultar sus avances, pintaron trozos de cartón para que coincidieran con la pared de la celda y los usaron para cubrir los agujeros. Para que los guardias no notaran su ausencia durante la noche, los reclusos crearon cabezas falsas increíblemente realistas. Hechas de una mezcla de papel maché, jabón, pasta de dientes y polvo de ladrillo, y pintadas con los materiales de la barbería, estas cabezas, con el cabello robado del taller de peluquería, se colocaban en las almohadas, creando la perfecta ilusión de que los presos dormían tranquilamente. Este engaño les dio las noches enteras para trabajar.

La meta principal era escapar de la isla. Para lograrlo, los cuatro hombres planearon construir una balsa y chalecos salvavidas. Con más de 50 impermeables robados o comprados, cosieron y pegaron con calor una balsa inflable de 4.30 metros de largo por 1.80 metros de ancho. Los remos fueron improvisados con madera contrachapada y un palo. Los diseños para la balsa fueron encontrados en un artículo de la revista Popular Mechanics, que Morris obtuvo de la biblioteca de la prisión.

La Noche de la Fuga

El 11 de junio de 1962, el plan se puso en marcha. Pero la suerte no estuvo del lado de Allen Clayton West. El cemento de su celda se había endurecido de tal manera que, a pesar de sus esfuerzos, no pudo salir a tiempo. Vio a sus compañeros desaparecer en la oscuridad y, resignado, se fue a dormir. Los demás, Morris y los hermanos Anglin, lograron escabullirse sin problemas. Treparon por los conductos de ventilación hasta el techo de la prisión, retiraron un ventilador para pasar desapercibidos, y luego descendieron por una tubería de desagüe. Tras saltar dos cercas de casi 4 metros de altura, se encontraron en un punto ciego de los reflectores. Inflaron su balsa con una concertina robada y modificada para funcionar como fuelle. En lugar de dirigirse a San Francisco, un plan demasiado arriesgado, se enfilaron hacia Angel Island, a 3 km al norte. Abordaron la balsa y desaparecieron en la oscuridad de la noche, dejando atrás un misterio que duraría décadas.

¿Ahogados o Libres? El Misterio que Perdura

Al día siguiente, la prisión amaneció en caos. Un guardia notó que las cabezas de las celdas de los presos no se movían y, al tocarlas, descubrió el engaño. Se desató una masiva búsqueda que duró 10 días, pero no se encontró ni un solo rastro. Aunque la FBI concluyó que se habían ahogado, las pruebas encontradas eran circunstanciales: un remo, una billetera con fotos familiares de los Anglin y restos de un impermeable. Pero no había cuerpos.

A lo largo de los años, surgieron pruebas que desafían la versión oficial. Un Chevrolet azul, robado por tres hombres en la bahía de San Francisco, un día después de la fuga, coincidía con la descripción dada por West sobre su plan. En 2013, el FBI reveló una carta supuestamente escrita por John Anglin, que afirmaba que los tres hombres habían sobrevivido. La carta decía que Morris había muerto en 2008 y Clarence en 2011. En ella, Anglin pedía que le garantizaran un año de libertad condicional a cambio de revelar su paradero. Aunque nunca se comprobó su autenticidad, la posibilidad de que fuera real ha alimentado la leyenda.

La historia de Frank Morris y los hermanos Anglin ha cautivado a la cultura popular, inspirando películas como Fuga de Alcatraz (1979) con Clint Eastwood y documentales. Incluso en la serie Loki de Marvel, el personaje de Frank Morris es referenciado. Hoy, la prisión de Alcatraz es una de las atracciones turísticas más visitadas del mundo, un recordatorio tangible de la increíble audacia de tres hombres que, con ingenio y desesperación, intentaron lo imposible, dejando un misterio que, hasta el día de hoy, nos hace preguntarnos si la verdadera libertad se encuentra más allá de las rejas.